21 de diciembre de 2009

¿Cuento de Navidad o Navidad de cuento?...

Bibiana Fernandez, Nieves Álvarez y Máxim Huerta. Mes de Enero. Calendario solidario de AR 2010
Ya se que se ha quedado pendiente mi entrada “Entre Arpías anda el juego II”. Pero entre unas cosas y otras, La Navidad se echa encima y he preferido dejarla para empezar el nuevo año con fuerza y con deseos de cosas imposibles, como cantaba la primera formación de La Oreja De Van Gogh.
Normalmente cuando se acercan estos días, siempre se me pone un mal cuerpo, que no lo arregla ni el cirujano plástico de Belén Esteban, ¡Vamos!
Y, es que, queridos TODOS que me leéis, cuando se acercan estos días, me invade la nostalgia por esos momentos de la infancia que tanto me hicieron soñar. Donde los sentimientos eran puros y se podían oler a flor de piel, donde existían las Hadas y coexistía la Magia. Donde los deseos se hacían realidad y la Navidad era como vivir un gran cuento para niños con final Feliz… Un cuento de Navidad.
Con el paso de los años, algunos han dejado de creer en la Magia y en Polvo de Hadas, y han ido endureciendo su corazón, a base de corazas infranqueables que les protegen de las punzadas de realidad, de los fracasos y frustraciones, de las ausencias y desapariciones. Pero en mi caso, esa coraza debe ser de hojalata o de papel cartón, porque, por muchos puñetazos de realidad, (porque lo mío no son punzadas, ¡Son puñetazos!), y por mucho que trato de NO creer en la Magia y en el Polvo de Hadas… Al final, todos los años me sorprendo a mi misma como cuando era pequeña
Soñaba con el día en que terminaran las clases, para sacar los adornos de Navidad, que mi madre guardaba con tanto cuidado, en el altillo de aquel tremendo armario empotrado del pasillo donde, a veces, me gustaba esconderme entre maletas, abrigos con olor a naftalina, bufandas, sombreros y zapatos con olor a cuero, aislándome del mundo para soñar e imaginar como sería mi vida cuando fuera mayor, o tratando de desvelar el secreto de las Hadas…
Aquello, era el pistoletazo de salida de los días más emocionantes de todo el año. Días donde la alegría de los padres, los abuelos, los hermanos, fluía con facilidad. Donde no había que madrugar, y caminaba en babuchas y pijama todo el día por la casa. Donde, al despertar, llegaba hasta mi habitación el olor a malta y a tostadas recién hechas. Días donde la cocina era un bullir de pucheros y cazuelas de barro con pasta de moniato. Gente entrando y saliendo de la casa, niños corriendo, saltando, gritando… ¡Todo estaba permitido! Donde los villancicos no herían mis oídos, sino todo lo contario… Invitaban a coger la pandereta y la zambomba, y aporrearla hasta agotar la paciencia de los más mayores… Y por supuesto, días donde el reloj corría a favor del cuento en busca de ese final feliz, para el que se hacía imprescindible el ritual. Colocar unos impecables zapatos, cargadísimos de sueños, deseos e ilusiones, junto al balcón, dispuesta a pasar la noche más larga de todo el año.

Evidentemente, mis sueños han cambiado, y mis deseos, lejos de ser mágicos y materiales, se han convertido en deseos emocionales. A veces, hasta me cuesta encontrar un deseo que pedir a Aquella estrella de allá, esa que avanza al mismo tiempo que el reloj consume los últimos minutos del adviento. Y, aunque ahora me veo más como un Hada que trata de espolvorear su polvo de Hadas sobre todos aquellos a quienes quiero, echo de menos y llevo en el corazón, y a pesar de haber crecido y haberme hecho mayor, no voy a negar que un año más, ¡Quiero!, ¡Me gusta! y ¡Deseo!, sentirme como aquella niña que creía en la Magia y en el polvo de Hadas, por lo que yo, ¡Ya he pedido mi único deseo…! Y si lo consigo, para mi esta Navidad será… ¡Una Navidad de cuento! Aunque, a veces… Los deseos tarden mucho más en llegar que una simple Navidad.


Estoy segura que tú que me lees, si crees… Aquella estrella de allá, ¡Hoy brillará por ti! Tus sueños se realizarán… Siempre ocurre así.