22 de junio de 2016

SIGUE DURMIENDO...

Bien entrada la madrugada, derrotada por el cansancio de rodar de un lado a otro, abrazada al amasijo de cojines de aquel sofá, impregnados de aquel olor inconfundible que la llevaban, una y otra vez, a un pasado de fuertes emociones a flor de piel, sin poder encontrar la posición que la lanzara en brazos de Morfeo, decidió arriesgarse y aceptar su invitación a compartir colchón. 

Ella sabía que hacía horas que estaba completamente vencido, y si lo hacía con cuidado, no despertaría a la bestia. Por lo que subió sigilosamente por aquellas escaleras de caracol, descalza y de puntillas como un ladrón a hurtadillas en mitad de la noche, conteniendo la respiración y escuchando el latido de su propio corazón, pum,pum… pum,pum… 

A oscuras, llegó hasta el dintel de la puerta de aquella habitación donde, tantas veces antes, había sido testigo de gloriosas noches de éxtasis a base de morbo, mentiras y lujuria incontrolada. Y aunque se sabía de memoria el recorrido, decidió asegurarse encendiendo la luz del teléfono móvil. Aquella imagen en la penumbra, era digna de un fotograma de alcoba japonés de Yasuzo Masumur. 

Allí yacía la bestia en toda su desnudez dando la espalda, más indefenso que nunca y desprovisto de todas sus armas. Enredado entre cojines y sábanas que en su día fueron pintadas a mano por encargo, y donde se podía leer el símbolo del amor en japonés.

Por un momento se quedó paralizada observando la escena, visualizando una cascada de fogonazos de lo que, en tiempos de euforia, aquella estampa le provocaba. En aquellos días, ella no hubiera dudado ni un instante en cabalgarlo a horcajadas por detrás, deslizando lenta y suavemente sus labios para recorrer el camino marcado de la nuca al final de su espalda. Al tiempo que con las yemas de sus dedos y con el filo de sus uñas, cual plumas balanceadas por el viento, acariciarle los costados hasta las ingles buscando el vellocino de oro. Notar cómo se estremecía y erizaba cada centímetro de su piel, sabedora de que en ese momento ella era la dómine y él, vencido y abandonado por completo a sus instintos, le hacía sentirse poderosa. 

Un leve movimiento suyo, la hizo salir del letargo sin pestañear. En un acto reflejo, apagó la luz y fue a refugiarse con cuidado entre efluvios de sudores y perfumes extraños impregnados en aquellos cojines decorados a mano y por encargo con el símbolo del amor, testigos mudos de todo cuanto allí ha sucedido a lo largo del tiempo. 

Al despertar, volvió a ver aquella cara que tantas veces había visto antes entre la maraña de los rizos de su pelo. Tentada estuvo de apartarlos con una caricia que le permitiera ver sus ojos, para continuar con un mordisco tibio en el cuello que hubiera sido el preludio de un despertar atropellado. Pero esta vez, él la miraba pensativo y en silencio sin saber muy bien qué hacer, a lo que ella, conmovida, respondió en silencio también, con una caricia que recorrió todo su pecho. Volver a sentir aquel tacto suave como el terciopelo de su bello, despertó todos sus sentidos de un plumazo, por lo que rápidamente buscó su mano apretándola fuertemente en un intento de ahogar sus ganas. Y él, le regaló un susurro aterciopelado como un bálsamo reparador… ¡Sigue durmiendo!

1 comentario:

  1. Desafiando a las invisibles puertas del blogspot no puedo dejar de lado el hábito que nos reunió: comentar con delicadeza el texto del blog. Eres precisa para describir momentos concretos, vas pulsando los sentidos con las teclas, los olores, los sonidos, la difusa resaca de lo que fue, lo familiar que por vencido vuelve a sorprender, la determinación de terminar, la nostalgia serena, el deseo apenas contenido, y la realidad siempre tan grosera, te reconozco por completo. No has perdido nada de nada, pese a la ausencia, de todos modos el swing se recupera bailando. Me encantas

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